Ente la melancolia que me habla al
despertar y el insomnio que me impide soñar, me mantengo, sordo, mudo y triste
como el monumento a un mártir olvidado, que no sabe si elegir en convertirse en
olvido o memoria.
Entre esos tantos ministerios gasto mi
vida, mis sueños, mis días y mis capitales deseos despiadados que duran solo un
instante, y así prosigo con mis heridas sangrantes, continuo el curso de
despertar mas viejo y aburrido cada día, observo pasar el invierno y ya
desconozco el verano, todo por mi miedo a morir, por miedo a querer sentir la
libertad del viento, el miedo de la soledad que cada día se vuelve mas mía y de
nadie mas.
Tan solo como Dios, tan arrogante como el
diablo, aveces sensible como una gota de roció, soy de todo en un mismo
momento, alistándome para volverme nada, para tomar el curso de un nuevo viaje,
a un silencioso tormento que nos lleva en alta mar a donde descansan ahora los
muertos, y eso me basta, me basta tener miedo, desaparición por abrazar un
niño, besar una esposa, regalar un ramo de flores, y quiero tanto que me harto de
vivir y tengo miedo a morir. Transcurre la espuma del mar por las orillas del
arenal, librando la batalla por flotar, por traer el alimento a una gaviota
invalida y abandonada por el ocaso, transcurre desnuda la mirada del sueño, las
notas de canciones que nos hacen suspiran al revivir los viejos recuerdos que
yacen depositados en la bóveda de nuestras memorias, las llamadas telefónicas
en plana madrugada y que ahora son solo un renglón en la historia de nuestras
vidas y la memoria de nuestras muertes, que de jornada en jornada adquirimos
sin saberlo.
Que hermosos y desagradables fantasmas me
recorren al mismo tiempo, revisten, camuflan y llenan de insomnios las noches y
de trabajos los días, traen miserias y
orgullos que nos hacen perder el juicio frente a unos labios rojos, rellenos de
botox. Y llegan las noches vacías, desbordantes de cicatrices huerfanas de
consuelo, y proseguimos a la atención de querer mas el aire y preocuparnos por
un futuro caprichos y dejamos escapar un presente que prometía instantes únicos
que solo se debía de vivir ahí y ahora, pero luego venimos a culpar al pasado
de nuestros fracasos que se revuelcan en los recuerdos emanando un aroma a
tiempos perdidos.
Y sucede lo extremo de la paz que
estimula los fracasos y ahoga las miserias en el vació olvido, que despoja las
esperanzas de redimencionar el pasado e implantarlo en un futuro incierto. Son días
como hoy y noches como la de ayer, que día a día las que tenemos en vías de
extinción, y pretendemos curar la depresión de la vejez con el contenido de
fríos líquidos embriagantes que simplemente bienen a brindar una tranquilidad
pasajera y nos otorgan un amarga resaca al siguiente día , ¿y ese sera el
precio por estar tranquilo un instante? No se ya ni lo que me hace despertar en
las madrugadas y pensar en la vida y en el miedo que tengo a vivirla, por el
simple hecho de que terminara en muerte. Y así transcurren las mañanas y las
noches melancólicas, que se despiertan en insomnio.
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